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Sebastián y las flechas

 

Jorge Esquinca

 

El verbo se hizo carne. En nuestros días, esta sentencia del evangelista podría encontrar un paralelismo en esta otra: La palabra se hizo imagen. En ambos casos se trata de una materialización, de un acto sutil y poderoso a través del cual una sustancia aérea como la palabra encuentra una nueva dimensión que la vuelve visible y, más aún, palpable. La historia de San Sebastián, el joven traspasado por flechas en castigo por defender su fe durante 105 primeros años del cristianismo, tal como refiere Jacobo de Vorágine en su Leyenda dorada, ha suscitado múltiples y muy diversas encarnaciones en las artes. La mayoría de estas lo representan como un muchacho apuesto, atado a un árbol, cuyo cuerpo de una extrema delgadez aparece cubierto de flechas; su rostro casi siempre se dirige hacia el cielo mientras sus ojos traslucen una expresión extática.

EI pintor jalisciense Roberto Márquez  decidió darle a su primer hijo el nombre de este santo y en un gesto audaz -pleno de humor y sentido lúdico- realizó esta serie de pinturas para las que el pequeño Sebastián sirvió de modelo y mediante las cuales nos invita a considerar la antigua leyenda bajo una óptica distinta. Durante el proceso fue recibiendo, hasta su casa de Nueva York, los poemas que sus amigos en México y otros países escribimos expresamente sobre el tema propuesto. ¿Hay en este intercambio una autentica correspondencia, de la manera en que Baudelaire la advertía entre las diversas artes, un diálogo que rebase las características de la ilustración? ¿La palabra se hizo imagen, la imagen se volvió palabra? Quede la respuesta en la mirada del espectador.

 

Published in the catalog of the exhibition “Sebastián y las Flechas”  2008  Museo de Arte de Zapopan

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